miércoles, 11 de junio de 2014

Capítulo 7 (50). Shock.

No podía creer que me hubiera estado ilusionando con salir con un chico mayor que yo. A ver, ¿cómo se me había ocurrido? Había conocido a otro chico genial en la discoteca y... Y no podía dejar de engañarme a mi misma. No quería otro chico, no quería borrar de mi vida a Jon. Quería volver con él. Sólo quería que pasara una semana para poder volver con él. Si él aún me quería, claro.

Mi madre irrumpió en mi habitación y se sentó a mi lado. No tenía cara de buenas noticias así que me autosugestioné que me iba a dar una mala noticia.
-Gema.
-Dime - dije esperando que lo soltara de una vez.
-No vamos a ir a Vizcaya todavía - dijo mirando al suelo.
-¿¡Qué?! - no me lo podía creer - ¿Por qué?
-Porque nuestro apartamento se ha inundado... Hasta el segundo piso.
-¿Cómo puede haber pasado eso?- Me parecía imposible que la lluvia hubiera hecho eso.
-Pues el vecino del apartamento del tercer piso se dejó la bañera llenándose y se le olvidó. Salió a dar una vuelta y el agua se le salió por todo el apartamento y bajó escaleras abajo. También entró al apartamento del segundo piso y luego al nuestro. Cuando volvió dice que se encontró las escaleras llenas de agua y vio que estaban todos los pisos afectados así que llamó al seguro y después nos ha llamado a los propietarios afectados.
-Madre mía... - dije casi sin creerme esa historia. ¿Entonces cuándo íbamos a volver? Mi madre pareció leerme la mente.
-Volveremos en Agosto. Todo el mes, claro.
-Entonces nos queda todo un mes aquí.... - dije casi sin creérmelo.
-Exacto. Lo siento, Gema -. Y se fue.

Llamé a Anaís para que viniera inmediatamente a mi casa. No podía aguantármelo más. Tenía que contarle todo lo del chico este y lo de Jon y lo que sentía y tantas cosas que si no llegaba en dos segundos me iba a dar un ataque.

Anaís llegó al poco rato y entró en mi habitación como si se tratara de una emergencia. Puso el pestillo porque sabía que yo querría tener intimidad y se sentó a mi lado en mi cama.
-¿Qué pasa? - preguntó.
-Todo - dije con desgana.
-Cuéntame - dijo ella mostrándose comprensiva.
-Te mentí. Con lo del chico ese... El que era mayor que yo... Te mentí... - dije para empezar. Total, ¿por qué dar rodeos?
-Mmm, vale... ¿En qué me mentiste exactamente? - preguntó.
-En lo del beso - respondí.
-¡Pero Gema eso es maravilloso! - dijo ella sin entender por qué estaba mal -. Si no lo besaste no tienes de qué preocuparte.
-No me refiero a que no le besé. Me refiero a que primero le besé... Y luego me acosté con él... - dije. Genial. Silencio.
-¿Te... te acostaste con un extraño? - preguntó Anaís casi sin voz.
-Bueno, no es un extraño - dije.
-¿Lo conocías? - preguntó rápidamente.
-No - respondí.
-¿Sabes su nombre? - preguntó.
-¡No! - respondí.
-¡Entonces era un extraño! - gritó Anaís antes de pensar que mis padres podrían haberla escuchado.
Pero no lo hicieron.
-Ana... No sé qué me pasó. Ni si quiera había bebido y la primera impresión que me dio fue odiosa. Pero me besó y... Bueno, nos besamos, y salimos y todo era genial... Y... No sé... Y ya - dije.
-Madre mía, Gema. No sé cómo lo haces - dijo.
-No, si yo tampoco - dije pensando que esa no era yo.
-En fin... - suspiró Ana -. Podríamos ver alguna peli o...
-¿Te apetece salir? - dije interrumpiéndola y girándome bruscamente hacia ella.


Estábamos cerca del parque y hacía un calor insoportable. La camiseta blanca que llevaba se me empezaba a pegar a la piel y me daba la sensación de que se me veía todo. Al menos llevaba falda (una falda naranja), por lo que iba la mar de cómoda. También resultaba cómodo el moño que me había hecho; hacia tal calor, que habría sido horroroso llevar el pelo suelto. 

Llegamos al parque y fuimos hacia la fuente. Caminando lentamente y llenándonos de vida cuando una ráfaga de aire (caliente, bueno, templado) nos alcanzaba. ¿Cómo podía hacer tanto calor? Anaís sacó el móvil y miró la aplicación del tiempo. "38º", leí mirando el móvil de Anaís. Al llegar junto a la fuente metí la mano en el agua y, de repente, me sentí viva. Me quité las sandalias y me metí en la fuente. Empecé a salpicar agua a todas partes y Anaís se quejó. Pero luego, no pudo resistirse.
-¡Amo el agua!- gritó Anaís a los cuatro vientos (por supuesto eso era un decir, no había nada de aire, y si lo había, era caliente).
-¡Jajaja! Mira que eres payasa - dije mientras le echaba agua.
-¡Ah! ¿Desde cuándo esto es una guerra de agua? - preguntó tras dar un saltito.
-Desde... ¡Ahora! - dije echándole agua.

Acabamos empapadas.
Anaís acabó calada hasta las bragas y lo sé porque gracias a su vestido blanco, ahora se le veían. Y yo, acabé con una camiseta transparente pegada al cuerpo y con el pelo suelto y chipiado. Cogimos nuestras cosas y nos fuimos casi corriendo, por miedo a que nos viera alguien. No es que nos diera vergüenza lo que habíamos hecho; era simplemente que se nos veía todo. 

Dejamos el parque atrás dando rodeos cada vez que veíamos que alguien venía.
Yo lo tenía fácil; me bastaba con taparme con el bolso.
Pero Anaís no podía taparse entera así que dimos el gran rodeo por la calle de Alex.

-¡Cállate!
-¿¡Quieres bajar la voz?!
-¡¿Es que no te das cuenta?!
-¿¡De qué?!
-¡Lo sabe, lo sabe!
-¿¡Cómo va a saberlo?! ¡No desvaríes!
-¡Que sí! ¡Que te digo que lo sabe!
-¿¡Y qué pruebas tienes de que es por mi culpa?!
-¡Sólo lo sabes tú!
-¡No estés tan seguro! ¿Acaso no puede haberse enterado sola?
-¿Cómo? Tan solo le he hablado un par de veces y... Además... Es imposible...

Fueron bajando el tono hasta que sólo pudimos escuchar palabras sueltas.
Y sí,eran Alex y Marco, que estaba discutiendo.
Otra vez.

-¿Eran ellos? - preguntó Anaís.
-Me temo que sí - dije.
-¿Deberíamos...? - empezó a preguntar.
-No - la corté-. Es mejor así.

Al rato me di cuenta de que nos habíamos secado y no había tanta prisa por escabullirnos hasta la casa de Anaís unas calles más arriba y cambiarnos de ropa. Pero sabía que Anaís no estaría de acuerdo en volver y yo tampoco quería hacer eso exactamente así que la acompañé hasta su casa para luego retroceder sobre nuestros pasos. 

No sabía cómo hacer que Alex bajara pero lo único que se me ocurría era mandarle un WhatsApp diciéndole que bajara. Me disponía ha hacerlo, aunque sabía que, seguramente, había una manera mejor, cuando el propio Alex salió echo una furia de su casa. Lo seguí y vi cómo pegaba patadas y puñetazos a todo lo que encontraba. Cuando se calmó, decidí salir de las sombras.

-Hola... - susurré rompiendo el silencio.
-¿Qué haces tú aquí? - dijo girándose sorprendido.
-Bueno yo... Pasaba por aquí... - dije.
-¿Qué has oído? - dijo con una mirada fría.
Nunca lo había visto actuar de esa manera. Incluso me dio algo de miedo. Me bloqueó por unos instantes.
-Gema, ¿¡qué narices has oído?! - dijo acercándose a mi como un loco.
Tuve que retroceder de lo perturbado que parecía en esos momentos. Las lágrimas empezaban a asomar por mis ojos y yo empecé a negar con la cabeza mientras me alejaba de él. 
-Espera, ¡Gema! - dijo Alex al darse cuenta de lo que había hecho.
-¡Déjame! - grité corriendo al notar que me seguía.
Estaba a punto de llorar y no quería verlo. No quería ver a nadie. ¿Cómo podía haberme hablado así mi mejor amigo?

En seguida me alcanzó y me cogió del brazo. 
Me calmé y me pidió disculpas numerosas veces, pero su cara seguía atormentándome.
-¿Por qué estás así? - le pregunté cuando casi estaba calmada.
-Es... Por lo que no os puedo contar - dijo mirando al suelo.
-¿Por qué? ¿Por qué no puedes contármelo? Soy tu mejor amiga. O al menos tú eres mi mejor amigo.
-Se supone que ya lo sabes - dijo haciéndome recordar la "conversación". Mi hermano cree que te he contado una cosa.
-Pero no me la has contado.
-Exacto.
El silecio se hizo y nos dimos cuenta de que nuestras últimas palabras habían trascurrido casi en medio minuto. No, no, no. Debíamos pararnos ha hablar, tranquilamente. Así no nos íbamos a entender. 

Nos sentamos en un banco y no dijimos nada hasta que me harté.
-Mira. Siento si te meto en un aprieto. Pero, o me lo cuentas, o no volveré ha hablarte - dije con frialdad. Sabía que no era justo para él pero ya estaba harta de todo y quería saberlo. Total no se lo iba ha decir a nadie.
-¿¡Qué?! - bramó.
-Que me lo cuentes - dije manteniéndome firme a pesar de que estaba temblando.
-¿Por qué me haces esto? - preguntó confuso.
-Porque esto no hace bien ha nadie. Si me lo cuentas me calmaré, te calmará, no se lo diré a nadie y te ayudaré ha hacer que Ana y Alberto no te pregunten - dije sonando convincente. Y eso que era la pura verdad.
-Está bien - dijo tras un suspiro.
-Bien - dije.
-¿Qué quieres saber? - preguntó como si no tuviera opción y se hubiera rendido.
-Pues, me gustaría saber por qué tu hermano y tú discutís de esa manera. Y quiero la versión larga - dije.

Me lo contó casi todo. Casi.
Me contó que su hermano tenía un secreto y era que estaba enamorado de una chica de la que no tendría que estar enamorado. Al parecer le gustaba desde hacía mucho tiempo y por eso trataba mal a Alex. Y claro, ¿qué podía tener Alex que ver con esa chica? Bueno, pues tenía que ver, y bastante. Porque Alex estaba saliendo con ella. Por eso, siempre intentó que rompieran. Y por eso, lo llevó a verla de vacaciones. Porque quería que rompieran. Y bueno, resultó que esa chica... Era yo.

-Sólo hay una cosa que no entiendo - dije.
-Dime - dijo él como si me acabara de revelar algo que cambiaría el mundo.
-¿Por qué me hablabas con un número anónimo? Mira, está claro que eres tú. Siento revelártelo de esta manera pero sabía que eras tú. Me contabas cosas de las discusiones con tu hermano y... Se notaba... Acaso tu secreto es... Bueno... Pensé que... Podrías seguir enamorado de mí...
-¿Qué? Gema, ¿Es que no lo entiendes? No te he hablado anónimamente ni sigo enamorado de ti. Fue él, Gema. Fue mi hermano.

Y entonces, todo cobró sentido.


Shock.



Continuará...

(Perdón por haber tardado tanto en subir)



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