viernes, 14 de marzo de 2014

Capítulo 37. Tres días.

"Desear que un rayo me cayera encima y terminara con esta locura, me definiría como una persona cobarde. Pero no lo soy, así que me enfrentaré a mis problemas y terminaré con esto yo misma." Gema.

La mano izquierda de Jon me acariciaba el pelo. Por eso desperté. Había dormido muy mal (tampoco esperaba dormir bien en una silla de plástico) y habría apostado a que llevaba ojeras. Miré a mi al rededor y entonces me di cuenta de por qué estaba allí. Lo sucedido retumbaba por mi cabeza, era peor que la resaca. Jon me dejó incorporarme de nuevo en la silla (me había apoyado en él) antes de darme un beso de buenos días.
-¿No ha salido todavía? - dije cambiando de tema (aunque él no había iniciado ninguno...).
-Sí. Un par de veces. No he dormido en toda la noche... no sé cómo has podido dormir jaja.
-¿Y qué pasa?
Respiró. Se tomó su tiempo hasta que dijo:
-Al principio... estaba bien.
-¿Y ahora? - pregunté con un nudo en la garganta (y otro en el estómago).
-Se lo llevaron a urgencias y luego... a otro hospital.
-¿¡Y por qué seguimos aquí!?
-¡Cálmate! Si todo ha ido bien, lo traerán en... - miró al reloj - ¿media hora? Pues sí que es tarde.
-¿Qué hora es?
-Son las diez.
-¿Enserio? Vaya.

Nos quedamos ahí sentados durante media hora para ver si llegaba alguna ambulancia pero nada. Tras una hora de espera y a punto de irnos, llegó Alex en una silla de ruedas.
-¿Alex? - dije. Dejé de llorar pero me costaba reconocerlo en una... silla de ruedas. Tenía algunos rasguños por los brazos pero su cara estaba intacta. Al parecer, más que heridas, tenía fracturas. Entonces me fijé en que llevaba una venda en el brazo. Me acerqué  y en vez de decirme cualquier cosa, me abrazó. Al separarme de él, vi que había hecho una mueca. Estaba dolorido. Me puse detrás de la silla para empujarlo y lo llevé junto a Jon. Alex no lo miró mal. Es más, me dijo que me fuera porque quería hablar con él.
Al volver, me agaché y la abracé. Esta vez yo.
Entonces, él me dijo al oído:
-Lo entiendo.
Me separé y, confusa, le dije:
-Pues yo no.
Me sonrió y me dijo:
-En tu lugar habría hecho lo mismo aunque... estamos de acuerdo en que deberías haber cortado conmigo antes... ¿no?
-Totalmente.
-Bien. Bueno, mi hermano va a venir a buscarme. Se supone que las enfermeras lo habrán avisado.
-¿Vuelves a Madrid?
-Sí. No se me ha perdido nada aquí... Nos veremos en tres días.
-Vale... ¿Te vas a quedar así?
-¿Así cómo?
-En la silla.
Me palpitó el corazón muy fuerte. Deseaba escuchar un "no".
-No.
Sonreí.
-Tan solo es temporal - dijo -. Pero, sí necesitaré muletas.
-Bueno, al menos andarás - dije contenta, aunque no del todo-.

Volví al apartamento sola hablando por el grupo de Anaís y Dana. Les conté lo que había pasado: primero me odiaron, y finalmente, me perdonaron. Más o menos todo estaba bien. Pero había una tensión en mi interior... Una tensión conmigo misma... Que no me dejaba respirar con facilidad. Había algo que aún no había arreglado. ¿Pero qué?
Una vez en el apartamento, en mi habitación, me puse a revisar los WhatsApps que me habían llegado durante la noche. Respondí a todos rápidamente y avisé a mi madre de lo ocurrido (sin contarle por qué lo había hecho) y que no se preocupara.
Seguí mirando los chats hasta que vi el de Ángel. ¿Cuánto hacía que no hablaba con él? ¿Quién era?¿Por qué no había vuelto a hablarme? Le mandé un "hola" y me metí el móvil en el bolsillo.

Volví poco después y me senté junto a Jon. Vi cómo el hermano de Alex entraba por la puerta para llevárselo. Le dio una colleja en la nuca y se fue a dar unos papeles a la enfermera. Revisó el móvil y volvió junto a Alex. Miré el reloj. Ya era hora de irse, así que me levanté de la silla con Jon de la mano, le di un beso a Alex en la mejilla y nos fuimos. Pobre Alex, su hermano pensaba que era rebelde e insensato. En parte era cierto, pero su hermano se pasaba con él. Entonces, Alex le dijo algo a su hermano, supongo que se quejaba de algo, y este revisó el móvil antes de irse.
-Jon.
-Dime.
-¿Crees que volveremos a ser amigos?
-Mira, no lo conozco, pero después de todo lo que os ha pasado... ¿no crees que deberíais olvidaros el uno del otro? Me refiero, sois como la materia y la antimateria: no podéis estar juntos sin que pase algo malo.
-Tienes razón pero para mí es más que un amigo.
-¿Lo ves? Mira, aunque me duele decirte esto... ¿no crees que... aún puedes sentir algo por él? Te lo digo solo porque te irás pronto... - se me formó un nudo en la garganta. ¿Podía seguir enamorada de Alex? No. Siempre pensaba en él como un estorbo. Como algo que me impedía disfrutar de... 'esto'. Pero... entonces, ¿qué quería decir con "es más que un amigo"? ¿Un amigo especial? ¿Un amigo... muy amigo? Mierda. Otra vez rallada, confundida. Mierda-.
-Jon, no lo quiero pero lo conozco desde... siempre. Es una persona especial.
-Pues os habéis hecho mucho daño. Sobre todo tú a él.-Silencio.
Lo miro.
Más silencio.
-Perdona. No debí decir eso... yo...
-Tienes razón. Déjalo. 
Y me fui.

¿Era posible? ¿Era posible que a tan solo tres días todo tuviera que empeorar? ¿Que no pudiera haber un final feliz? Bueno, todo lo feliz que estaba en manos del Señor... Caminando junto al mar. En poco tiempo todo cambiaría. Volvería a Madrid y el aire me sabría a contaminación y no a sal. Caminaría en línea recta, como en la playa, pero al final me esperaría un edificio alto, un centro comercial. Y no mis rocas. "Mis" rocas. No podría descalzarme para sentir la arena entre los dedos. Como mucho en el parque, y a saber qué se oculta bajo los matojos de hierba. ¿Insectos? ¿Mierdas? ¿Cristales de un botellón? Y además, no vería a Jon. Al despertarme, vería mi habitación y no el apartamento. Al asomarme a la ventana (en vez de al balcón), no vería una plaza gris (pero bonita) sino una calle (también gris) pero con gente acelerada. Con prisas por llegar a su destino. Aquí la gente está calmada, están en la playa. Allí la gente va con retraso allá donde va: están en el centro.

Me visto.

Me pongo una camiseta de tirantes y unos shorts rosas. Me pongo mis sandalias favoritas y cojo una bolsa de playa. En realidad es un bolso bastante grande. Me gusta llevarlo a la piscina. En este caso a la playa. Me pongo las gafas de sol y me peino. ¿Una coleta? Por qué no. Al verme con la coleta, descubro que nunca llevo pendientes porque no se me ven con el pelo largo, pero esta vez me pongo unos a juego con mi conjunto. Y para terminar, un poco de maquillaje y unas pulseras rosas, coral y melocotón. 

Entonces miro el móvil. Ángel me había respondido hacía un buen rato. "A esa hora acababa de hablarle. Yo estaba en el médico", pienso. Le había mandado un "hola" y él me ha mandado... ¿un "qué quieres"? "¿Hola?", pienso. Ni me saluda, ni me dice "cuánto tiempo", ni "me alegro de que hablemos" o un simple "hola" o un "qué tal". Pues no. Un "qué quieres". Como si quisiera algo. Me refiero, tan solo quiero hablar con él. 
-¿Perdón? - mando.
-Que qué quieres.
-¿Tengo que querer algo en particular? Si te digo "hola" será para hablar contigo, ¿no?
-Supongo.
-¿Supones?
-¿Por qué sigues dándole esperanzas a Alex?
-¿Esperanzas? ¿De qué estás hablando? Yo no le doy ninguna esperanza yo solo... Espera. ¿Escuchó lo que hablé con Jon? 
-Sí.
-Mierda. ¿Y tú cómo lo sabes? ¿Cómo haces para estar en Madrid y en Vizcaya a la vez?
-Pues...
-Ángel, ¿quién eres?
-Nadie. Nada. No existo. 
-¿Pero qué...?
-Borra mi número. No vuelvas ha hablarme. NUNCA. 
-Pero, ¿por qué?
-Adiós.
-Pero
-Adiós.
-¡Ángel!
-He dicho: Adiós.
-Adiós.

Tiro el móvil contra la pared. Entonces lo veo: abierto por los lados y con la pantalla rota. "Mierda", pienso. Lo recojo rápidamente y lo monto. Aún funciona. ¿Pero cómo voy a reparar la pantalla? Eso es imposible. Tras olvidar y asimilar que mi móvil está roto gracias a mí, vuelvo a lo que me ha impulsado a romperlo: Ángel. 

Leo la conversación y salgo de casa. Si es una broma, no tiene gracia. Al otro lado de la plaza veo a Estitxu e Irantzu. "Que le den", pienso. Y me voy de "fiesta" con ellas. "Si quiere que lo olvide, un poco de tequila no me irá nada mal. Pero que nada mal...".

Continuará...

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